Una de las primeras cosas que nos enseñaron en el colegio fue que Cristóbal Colón descubrió América por error, pues pensaba que la tierra era redonda y que si salía de España rumbo al occidente le daría la vuelta al mundo y llegaría a las costas orientales de Asia. De allí podría pasar a la India y a China a seguir comerciando mercancías. Su empresa fue mercantil pero no se le niega su curiosidad científica. No voy a hablar del choque de culturas, del genocidio de los nativos americanos, de todo lo que se sucedió a partir de la inevitabilidad de que un europeo colonizador llegara a las costas de ese continente innombrado aún, lleno de pueblos diversos y culturas diferentes. Simplemente me refiero al hecho de que Colón llegó a lo que creía el oriente de la india —por eso el apelativo de indios que le dieron a los nativos—, porque sabía que el mundo era redondo pero no tenía ni idea de que era tan grande. Lo que quiero resaltar aquí es que en el colegio nos reíamos pensando que la gente de 1492 era muy tonta porque creía que la tierra era plana, mientras que Colón era muy listo porque emprendió una aventura costosísima e impredecible al embarcarse rumbo al oriente por el occidente. Pero la idea de la redondez del mundo no era nueva para la gente de 1492. Y a eso voy.
Cuando era niña vivía en un edificio al lado del planetario de Bogotá. Rogelio Salmona, el arquitecto que construyó las tres torres también diseñó una serie de escaleras interminables, dicen que dedicadas al poeta Jorge Zalamea y su poema «El sueño de las escalinatas» —para los adultos que subían eran interminables, para los niños eran una maravilla de posibilidades. Allí en el descanso de las escaleras y al lado del Planetario estaba la estatua de Nicolás Copérnico. El Indio, le decían los muchachos más grandes: «Nos vemos en El Indio», cuando querían encontrarse para pasar el día, pero ignoro quién o por qué le pusieron ese sobrenombre. Crecí viendo a Copérnico y yendo al Planetario a ver las funciones de las estrellas y el pequeño Museo de Historia Natural al que me encantaba ir. Para las funciones bajo la bóveda celeste había que pagar, así que tenía que esperar que mi mamá me llevara, lo cual ella hacía con gusto pero con menos frecuencia de lo que yo quería. Pero al Museo, me imagino que por ser niños, nos dejaban entrar gratis. Tal vez lo que más me gustaba era hablar a los niños sobre la existencia del ternero de dos cabezas, que ellos nunca creían y yo disfrutaba insistiendo en que si existía y luego viendo su cara de sorpresa cuando los llevaba al museo y los ponía enfrente al pobre animal disecado: el ternero de dos cabezas. Bueno, todo esto incentivaba aún más mi amor por las ciencias. Mi mamá me regalaba libros sobre científicos e inventores famosos, y así fue que leí sobre «el Indio» Nicolás Copérnico y luego por el mismo camino llegué a saber algo de Galileo Galilei. Así me enteré de que esa idea del mundo redondo no era de Colón, ni siquiera era contemporánea de Colón. Caramba, es que Copérnico ya tenía lista su teoría del Heliocentrismo en 1514, apenas 22 años después de la llegada de Colón a nuestro continente y no fue el primero, él se basó en trabajos de griegos y árabes antiguos (Heliocentrismo: la teoría comprobada de que el sol es el centro de nuestro sistema solar y es la tierra la que gira a su alrededor y no al contrario). Y para que el sistema solar funcione, la tierra no puede ser plana. Entonces, la niña que yo era no podía entender cómo era posible que la gente del 1492 pensara que la tierra era plana cuando ya había evidencia de que era redonda desde mucho antes. ¿Cómo se puede desconocer lo que se conocía? ¿Por qué la gente podría rechazar la evidencia científica y volver a la ignorancia y a explicar su mundo con mitos y supersticiones? No, eso no lo podía entender y para mí siempre hubo un conflicto allí con la Edad Media. Yo pensaba en ese entonces que el mundo avanzaba del mismo modo en que avanza el conocimiento científico: de una manera acumulativa. Cuando se hace un descubrimiento científico o se comprueba una teoría con hechos verificables, la ciencia avanza y ese conocimiento a su vez es la base para nuevos descubrimientos y teorías, no se descarta. Incluso las teorías refutadas son conocimiento científico que ayudan al entendimiento de la materia, del universo. Pero el ser humano parece repetir su historia cada cierto tiempo, no avanza de manera acumulativa. Puede rechazar ideas que alguna vez fueron comunes, sistemas que funcionaron muy bien alguna vez. Cada cierto tiempo volvemos a las revoluciones porque olvidamos lo que era vivir de manera distinta. Es más, parece que fuéramos como un péndulo que llega a un extremo insostenible, para empezar el recorrido contrario hasta el extremo opuesto…. Lo que se sabía ayer y era conocimiento común es hoy rechazado por una porción grande de la humanidad. Por ejemplo, hay personas que hoy, en pleno siglo XXI afirman creer que el mundo es plano y no son capaces de aceptar la abrumadora evidencia de lo contrario. ¿Han surgido estas mentes «escépticas» de manera natural? ¿Son estas personas pensadoras concienzudas que se han preguntado sobre la naturaleza del mundo y rechazan teorías científicas porque no están de acuerdo con su propia experiencia? No. Han surgido porque hay quienes siembran estas teorías en sus cabezas, y como estas personas no han sido de verdad educadas en la lógica científica (ni matemática, ni filosófica, ni… ¡Por Pitágoras!, ninguna lógica), la ignorancia generalizada de nuestra sociedad actúa como las hifas de los hongos que crecen subterráneas e invaden campos enteros. Los champiñones son apenas la manifestación exterior de lo que corre bajo tierra, como las personas que rechazan la evidencia científica que son cada vez más numerosas, pero lo que las une es esa corriente subterránea de desinformación y negación de la evidencia. Y bueno, por años vimos crecer la concurrencia que no creía en la redondez de la tierra, y que apoyaba toda relatividad diciendo: es mi opinión y tengo derecho a mi opinión y es tan válida como su opinión. Tal vez nos preocupaba que estuviéramos desandando lo andado, pero en el fondo pensábamos que no le hacían daño a nadie. Debimos hacer la revolución hace 20 o 30 años, salvar la educación, impulsar la lectura… Pero no lo hicimos. Ahora esta ola de desinformación que se está sembrando con videos y artículos pseudocientíficos germina en un campo fértil. En el momento en que deberíamos estar más unidos que nunca, cuando deberíamos seguir los lineamientos científicos para salir de ésta pandemia y de la destrucción que se nos viene encima con el cambio climático, es cuando estamos fallando miserablemente como especie. Nadie cree en nadie. El personal de la salud que fue aplaudido en países más educados, son vilipendiados y discriminados en estas tierras. El manejo de la salud como negocio ha arruinado la confianza fundamental que deberíamos tener en el personal médico y en la ciencia llevando a una gran cantidad de personas a creer cualquier teoría conspiratoria, cualquier remedio alternativo por loco que parezca. Hay personas que aprovechan para hacer su negocio vendiendo curas milagrosas, otros lo usan con fines políticos, para manipular a la gente en que los elija pensando que tienen el interés de la sociedad en sus mentes. Otros tienen fines más oscuros, como quienes rechazan el uso de los tapabocas… Lo malo de todo esto es que no es ya simplemente una teoría ridícula que nos causa risa; es cuestión de vida o muerte. Esto no surge de la nada. Ha habido desde hace años el interés por desacreditar la ciencia por parte de los poderosos con intereses económicos, a los que no les convenía un pueblo educado, inteligente y crítico. Los políticos y los grandes empresarios se hicieron eco manejando los medios de comunicación, que les pertenecen, y han hecho su agosto manipulando a la gente para que crea lo que ellos (los que manejan los hilos) quieren. Han estado sacando del pénsum académico materias como historia, filosofía y lógica matemática, los textos escolares son cada vez más reducidos y simplistas y han impulsado programas de televisión con contenido idiótico. Es más, han estado impulsando una guerra contra la ciencia para poder negar los efectos de la quema de combustibles fósiles en el clima de la tierra. Y llevan varias décadas haciéndolo. El último triunfo es convencer a la gente de teorías conspiratorias que en realidad son otra capa de pintura que oscurece aún más la búsqueda de la verdad. Para que se den una idea les pongo un ejemplo: por años se ha venido advirtiendo a la gente de que las corporaciones y los gobiernos están acumulando mucho poder. Que la tecnología maravillosa por todas las cosas que se pueden lograr con su bien uso, ha sido coercida por los poderes para su uso y para la vigilancia de las personas. No hay privacidad, no hay libertad de búsqueda. El internet es ahora una maquinaria gigantesca de propaganda capitalista y vigilancia fascista. Pero eso ha sido ignorado por todos nosotros que no queremos perdernos nada de lo que pasa en la red. Con gusto damos datos privados a quien quiera tomarlos y renunciamos a cualquier asomo de privacidad. No usamos esa herramienta maravillosa, el internet, para aprender sobre nosotros, el mundo, la vida, y otros temas interesantes y profundos. La usamos para ver videos de gatitos y reírnos de caídas aparatosas. Mientras tanto las corporaciones acumulan más y más poder. Pero ahora con la pandemia aparecen teorías conspiratorias como la de que Bill Gates desarrolló el virus para poder vendernos la vacuna que contiene un microchip que recogería toda la información sobre nosotros y nuestros movimientos… Siento desilusionarnos, pero no necesitan inocularnos microchips para esto. Hace rato que les estamos proporcionando toda esta información voluntariamente y hay bases de datos con información hasta del movimiento de nuestros intestinos porque llevamos los celulares hasta al baño. No sé cuál sea la solución a este problema, porque se ve en todos los ámbitos de la vida. En política, han convencido a una gran parte de la población del continente americano de que cualquier asomo de igualdad social es comunismocastrochavismo y es imposible tratar de mantener una conversación civilizada con personas que lo tienen como mantra. Los candidatos de cualquier país que tengan ideas progresistas son inmediatamente acusados de impulsar el comunismocastrochavismo y no hay forma de que las personas los consideren de forma seria. Es más, han logrado que la gente los odie de manera irracional y que cada vez que se mencionen salgan a atacarlos con furia de animal rabioso. Se fijan en detalles para desacreditarlos, y es tanta la rabia que rechazan todas sus ideas progresistas y sus buenas obras (pocas o muchas, se niega cualquier asomo de bondad) y no son capaces de ver el cuadro completo de pobreza y miseria de sus países. Se ve aquí en EEUU y en muchos países de América Latina exactamente la misma reacción ante personas diferentes que hablan de justicia social. Pasa lo mismo con otros temas: el cambio climático, la pandemia, la tecnología… Ven lo que otros quieren que vean, pero no pueden ver lo que se nos viene encima si no cambiamos nuestros hábitos. Hay una negación de la evidencia y una desesperada búsqueda de explicaciones. Y ahora por fin entiendo esa contradicción de Colón. Es cierto que ya se sabía que la tierra era redonda, pero probablemente había un clima de negación como el que vivimos hoy. Cuando Copérnico publicó su libro demostrando el heliocentrismo se lo dedicó al Papa Paulo III. En ese momento varias personalidades eclesiásticas lo vieron con interés y aprobación. Pero después del concilio de Trento y gracias al impulso de ciertos personajes de la inquisición, el libro fue condenado 70 años después de su publicación y Galileo fue puesto bajo arresto domiciliario por tratar de discutir las teorías de Copérnico. Se volvió a la idea de que la Tierra era el centro del universo, porque así está escrito en la biblia. Hace falta siempre un agente poderoso que impulse esas ideas contrarias a la razón para que calen en la gente. Ahora tenemos esos agentes. Hemos oficialmente entrado en un nuevo oscurantismo.
2 Comentarios
Su memoria procuran decir sin palabras y nos piden la poca limosna de mirarlas cuando quieren contarnos un cuento de la Patria. María Elena Walsh, Las estatuas ![]() ¿Acaso nos han engañado las estatuas? Con su importancia de años en medio de sus propias plazas, nos han hecho creer que ellas son la historia, o al menos, que ellas nos cuentan la verdadera historia de la patria. Entonces… ¿Qué es una estatua? ¿Es una oveja negra asesinada por la historia que rehacen cada siglo las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes? Tal como nos hacía reír y pensar Monterroso en sus fábulas. ¿O es una oveja blanca ajustada a su tiempo muy legal en sus odios y desprecios? Una estatua no es “la historia”, no es el reducto de una civilización antigua, no es la verdad erigida para las futuras generaciones. Es generalmente una decisión política conveniente. En un momento dado alguien decide hacerle honor a un personaje del pasado, no necesariamente un héroe o una persona amada por el pueblo... Una estatua no es La Historia, es una historia contada por alguien con un propósito, muchas veces mezquino, de congraciarse con un sector del pueblo, o simplemente un trabajo por encargo, pago, por parte de los que tienen el poder en las sombras. La Historia no se está destruyendo cuando se destruye una estatua, no se está cambiando la historia cuando se decide bajar las estatuas de sus pedestales. Al contrario, se está rectificando la historia. Se están destruyendo los sesgos que oscurecen la verdadera historia. Porque siempre la hemos escuchado desde el lado de los “vencedores” sin escuchar el dolor de los que la sufrieron en sus carnes, en sus pueblos, en sus tradiciones abolidas, en sus lenguas prohibidas, en sus tierras expropiadas y en su fuerza esclavizada. Tal vez no deberíamos tener estatuas, sino monumentos de memorias vivas, donde confluyan muchas historias desde muchos puntos de vista y con la perspectiva del tiempo. Si nos molesta que se metan con las estatuas, entonces revisemos la historia a ver cómo se ha contado. ¿Cómo está la historia en los libros de texto? ¿Cómo se enseña la historia en los colegios?, es más ¿se enseña la historia en los colegios? Personalmente no abogo por la violencia de ningún tipo ni por la destrucción de nada. Esas imágenes de la turba destruyendo estatuas y monumentos son perturbadoras, porque asustan. Porque muchas personas están apegadas a la historia oficial y piensan que lo que viene es la destrucción de la moral y las buenas costumbres (siempre se ha pensado lo mismo). Pienso que estatuas y monumentos y libros mentirosos deben ser refutados con hechos y argumentos, porque destruirlos puede producir la reacción contraria feroz (la física no falla). Tampoco, a decir verdad me hacen ninguna falta. Hace muchos años dejé de creer en estatuas y en la historia oficial… hace bien descolonizarse. Pero clamar por la injusticia de que se destruya una estatua, cuando no se clama con la misma pasión por la destrucción de una vida, por el abuso hacia un pueblo, una cultura… es hipócrita y nos debe hacer pensar. Tal vez nos dan pena las estatuas cuando llueve, tal vez las vemos como al príncipe feliz que da sus ojos de piedras preciosas para aliviar un dolor ajeno, como nos contaba Oscar Wilde, porque creemos que todas las estatuas son buenas, o sea, que toda persona homenajeada en una estatua fue una persona buena. Esa es la historia que tenemos grabada con fuego. La educación que nos ha colonizado y nos mantiene en el redil. A mí me pasó hace años, un día desprevenida caminando por Bogotá vi, en un lugar público, una estatua de una persona que nunca hizo absolutamente nada por la ciudad ni por el país. O sea, literalmente, una persona que no era de allí, que si fue alguna vez fue una sola vez y de visita, que ni desde lejos dio absolutamente nada por la ciudad o el país. O sea, una persona que para el 99% de la ciudad no significa ni una brizna de hierba y nadie tiene idea de quién es ni por qué está en un lugar público. Eso sin contar con que en mi propia experiencia, esa no era la verdad sobre esa persona, pero el sólo hecho de perpetuarla en bronce hace que otros crean que se lo merece. O sea, son dos cosas : una, ¿qué hizo por el pueblo para que el pueblo le honre en sus tierras públicas? Y dos ¿Cuenta esa estatua una historia verdadera o es un adorno falsificado para tapar la verdadera historia de abusos y privilegios? Y digo lo de lugar público, porque en ese momento me dio ira pensar que un grupo privado con mucho dinero pueda erigir la estatua de su héroe en un lugar público, mientras que las personas que realmente han luchado por hacer de este mundo un mundo mejor no tendrán ese honor, por no contar con un grupo poderoso detrás empujando su agenda. Así que ese día las estatuas perdieron todo su significado, se cayó la venda de los ojos… Todo, absolutamente todo lo que pasa en las ciudades es político, hasta poner una estatua en un parque, y si va con el curso del poder, pasa desapercibido y nos parece normal y bueno. Pero si una minoría protesta porque esa estatua perpetúa una visión discriminatoria de su grupo, eso se ve como un acto violento. La violencia primera se cometió al ignorar el dolor de los otros. Y tal vez nos consuelan las estatuas, nos dan esa idea de una historia épica que consideramos la base de nuestra sociedad, tal vez nos encantan sus historias, porque fueron contadas en nuestra infancia por esas personas que amamos. Tal vez sentimos nostalgia por una era que desde lejos parece tan feliz, tan justa y buena, donde era fácil saber quién era el bueno y quién era el malo. Pero ya somos adultos, hemos pasado esa etapa de la inocencia y sabemos que la historia se ha embellecido para nuestros oídos, se ha falseado y en ella se ha mostrado a los otros como los enemigos sin alma, cuando en realidad en otras historias que se cuentan alrededor de otros fuegos, durmiendo a otros niños, son nuestros héroes los enemigos que destruyeron, mataron y abusaron de un pueblo. Y lo siento por la canción que me gusta y me trae recuerdos, pero … En estos día me dan no se qué, las estatuas, cuando quieren contarnos un cuento que no es cierto… Hoy sólo quiero compartir esta canción y su video (ver al final) que no me canso de escuchar y ver, pues transmite una fuerza increíble y se mete en la piel, en el cuerpo, en la mente y en los recuerdos y en los sueños y deseos y utopisueños. No es sólo la música que empieza con un sumiso vals y evoluciona a algo parecido a una marcha. Sigue siendo el 1, 2, 3 - 1, 2, 3 de un vals, pero con un énfasis que invita al zapateo de botas o tacones o botas con tacones, o alpargatas o tenis o pies descalzos. No es sólo la guitarra de cantautor que nos remite a los años de generaciones idealistas y a los cientos de horas cantando entre hermanas-amigas, cuando creíamos que nos identificaba un ideal --snif, buaaaaaa :'(--. No es sólo esa voz hermosa, fuerte y sostenida que nos transporta a un estado musical entre mariachi y no se qué (no es ópera, no es canto lírico, no es sólo canto popular...) que nos sube en un vuelo y nos lleva por toda una cascada de sentimientos. No son sólo las voces y las caras de las mujeres del coro, que nos transmiten fuerza y determinación, pero también empatía y sororidad, nos sentimos parte de algo, nos han regalado un sentimiento que los hombres han tenido desde siempre y dan por sentado. El conjunto de voces (Vivir y el coro) nos eriza la piel. No es sólo la letra con toda su fuerza de denuncia, que no se queda en denuncia sino que trasciende el sentimiento de quien ha sido victimizada y nos lleva al poder y a la unión, enfatizando que “si tocan a una, respondemos todas”. Me parece que la parte culminante, con más fuerza, es aquella donde nos identificamos con los nombres de mujeres: Soy Claudia, soy Esther y soy Teresa Soy Ingrid, soy Fabiola y soy Valeria Soy la niña que subiste por la fuerza Soy la madre que ahora llora por sus muertas Y soy esta que te hará pagar las cuentas (¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!) Y nos identifica con las niñas, adolescentes y jóvenes que una vez fuimos y han sufrido una u otra forma de violencia y acoso sexual, en la familia, en la calle, en el bus, en la escuela, en la universidad, en el trabajo, en pareja, etc.. Porque si somos sinceras y hacemos memoria, creo que ninguna podría decir que nunca la ha sufrido o al menos, nunca la visto de cerca. Es hora de que todas cantemos juntas. Y lo último que quiero resaltar son esos bellos versos: Que retiemble en sus centros la tierra Al sororo rugir del amor Ojo, no dice: que tiemblen porque vienen las mujeres a vengarse de siglos de dominio y violencia gratuita. Dice: que tiemble la tierra por la fuerza del Amor de las mujeres-hermanas. Con la hermosa palabra que no recoge el diccionario, sororo. Tengan en cuenta que fraterno está desde siempre, sin embargo sororo, no. Y tiene lógica, porque en este sistema patriarcal la sororidad no es sólo una palabra poco común y ‘nueva’ (fue incluida en la RAE apenas hace un par de años a pesar de que Unamuno la usó en la tía Tula hace 100 años, y mi diccionario del computador no la entiende y todavía me la marca en rojo. Bueno me la marcaba porque ya le di la orden de incluirla), también es un comportamiento poco extendido en este sistema occidental de poder y explotación. No es así en las sociedades nativas o aquellas que mantienen el contacto con la tierra y los ancestros y tal vez también en clases sociales con pocos recursos, en las que las mujeres se ayudan con los hijos, la carga doméstica y las múltiples cargas que les han echado encima. En todas las novelas de lagrimones y programas de tv, en los cuentos y ficciones, son raras las mujeres solidarias entre ellas, todo lo contrario, hay una competencia descarnada para ser la elegida por el macho Alfa: la reina del gallinero, la llaman. Hemos visto la evolución de la sociedad frente al feminismo y creo que entender la sororidad es una de las ganancias más valiosas. Eso es parte del utopisueño que nos trae esta canción y el movimiento. Y hablando de palabras que no acepta la RAE, también quiero resaltar a “las comandantas luchando por Chiapas” porque sé que hay tantos (y tantas) que sacuden la cabeza, roll their eyes, o ponen ojos de eccehomo repintado, que porque ¡no se dice comandantas!, así como no quieren que exista presidenta porque las palabras terminadas en -ente bla bla bla pero son también quienes no dudan un segundo en llamar a las sirvientas a limpiar sus desórdenes. Las palabras existen cuando las aprueban los poderes convenientes. ¡Al diablo con eso! Las palabras existen cuando las usamos; cuando las necesitamos para definir algo que es pero no ha sido nombrado, no cuando el poder de turno las apruebe. No es como decía Humpty Dumpty en Alicia a través del espejo, según Lewis Carroll: “Cuando yo uso una palabra —insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso— quiere decir lo que yo quiero que diga…, ni más ni menos. —La cuestión —insistió Alicia— es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. —La cuestión —zanjó Humpty Dumpty— es saber quién es el que manda…, eso es todo.” Y me gustaría ver a los amigos (hombres) compartiendo la canción y entendiéndola porque sería un gran paso en la evolución de la sociedad. Pero es bueno aclarar que la fuerza de este movimiento y que esta canción transmite con tanta garra es precisamente ese decir: “Nos sembraron miedo, nos crecieron alas”. Y si los hombres contemporáneos no vuelan con nosotras, no tenemos miedo de seguir el vuelo solas, así que la cuestión es: o se suman, o se quedan atrás. Luz Stella Mejía Mantilla, 2 de mayo de 2020
Letra de la canción:
Canción sin miedo (Vivir Quintana) Que tiemble el Estado, los cielos, las calles Que tiemblen los jueces y los judiciales Hoy a las mujeres nos quitan la calma Nos sembraron miedo, nos crecieron alas A cada minuto de cada semana Nos roban amigas, nos matan hermanas Destrozan sus cuerpos, los desaparecen ¡No olvide sus nombres, por favor, Señor Presidente! Por todas las compas marchando en Reforma Por todas las morras peleando en Sonora Por las comandantas luchando por Chiapas Por todas las madres buscando en Tijuana Cantamos sin miedo, pedimos justicia Gritamos por cada desaparecida Que resuene fuerte: ¡Nos queremos vivas! Que caiga con fuerza el feminicida Yo todo lo incendio, yo todo lo rompo Si un día algún fulano te apaga los ojos Ya nada me calla, ya todo me sobra Si tocan a una, respondemos todas Soy Claudia, soy Esther y soy Teresa Soy Ingrid, soy Fabiola y soy Valeria Soy la niña que subiste por la fuerza Soy la madre que ahora llora por sus muertas Y soy esta que te hará pagar las cuentas (¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!) Por todas las compas marchando en Reforma Por todas las morras peleando en Sonora Por las comandantas luchando por Chiapas Por todas las madres buscando en Tijuana Cantamos sin miedo, pedimos justicia Gritamos por cada desaparecida Que resuene fuerte: ¡Nos queremos vivas! Que caiga con fuerza el feminicida Que caiga con fuerza el feminicida [Outro] Que retiemble en sus centros la tierra Al sororo rugir del amor Hemos convocado otro medioevo
—plaga incluida-- de ignorancia, dioses ricos, pueblos pobres y tierra plana. Hemos olvidado lo que aprendimos ayer e ignorado los atardeceres, el rocío sobre la hierba y el mensaje del girasol. Hemos olvidado lo que somos Y ya no buscamos las raíces, ni siquiera conocemos las semillas y los frutos nos sorprenden como magia. Hemos olvidado los procesos no tenemos paciencia para entender los nacimientos ni queremos aceptar los desenlaces. No le damos importancia a las manos y a lo que pueden hacer las cosas acabadas nos sorprenden como magia y damos gustosos nuestro tiempo de vida para adquirirlas hechas: les hemos dado el poder de dar estatus. No queremos invertir el tiempo en crecer No queremos sembrar ni esperar el brote ínfimo Hemos olvidado las leyes naturales de causa y consecuencia. Hemos llegado al final de nuestro oscurantismo Tenía que venir la muerte a visitarnos No como un huésped importante Sino como el vecino, el amigo, el que toca a la puerta y te abraza Pero entonces volverá el Renacimiento, —incluyendo a las que quieran-- Volveremos a escuchar música y poemas Y a atender con entusiasmo a la sabiduría Nos deslumbrarán nuevas bellezas Y recuperaremos lo sabido para seguir creciendo. Otra vez le daremos a la vida su puesto en la pirámide Y las cosas guardarán su lugar sin imponerse. Un abrazo será oro Y el agua será vida El sol volverá al centro de esta era que asoma Y las manos enlazadas serán las nuevas redes que amortigüen la caída de los dioses. ![]() Les comparto el poema múltiple «Símil», recogido en el capítulo «Matria» del libro Etimológicas Símil Del latín similis, del indoeuropeo sm-alo-: de la misma clase de sem: uno mismo ¿Qué tienen en común Una bebé de 6 meses Una niña de 2 o 7 o 12 años Una universitaria en un bar Una joven caminando sola Una señora en coma Una anciana con demencia y una mujer de cualquier edad, en cualquier circunstancia, con cualquier vestido, en cualquier lugar?
![]() 2. Niña dormida Niño dormido en el florido huerto una cosa tan sólo aún es más bella: niño despierto. Estrella. Gerardo Diego Niña dormida en cualquier parte una cosa tan sólo aún es más bella: niña despierta… Estrella, lucero, angelito ¡Despierta! ¡Despierta! ¡Despierta! te quiero despierta Cuando venga el tío, el abuelo, el padrastro, en casa del primo, el amigo, el vecino, te quiero despierta.
![]() 4. Sola (con amigas) en la calle ¿Por qué no le hice caso a mi mamá? Nunca debí venir a este concierto sola. Nunca debí venir a este concierto Nunca debí venir Nunca debí Nunca A este concierto sola ¿Sola? Una + Una = ¿Cero? ![]() 5. En coma Soy un costal: Vegetal y huecos. Nadie lo sabría si no fuera por la otra vida que llevo dentro. ![]() 6. La segunda infancia No recuerdo. No puedo contarte lo que me pasa. Me duele. Alguien puso esas llagas entre mis piernas. Arrorró mi niña, despierta, despierta. Todas las imágenes son obras de arte de Katie Berggren.
Hola amigos y amigas,
Pronto el contenido de este blog se cambiará de dirección y esta dirección (www.elsuresamerica.com) se usará exclusivamente para la Editorial El Sur es América, LLC. Ya les haremos saber la nueva url. Gracias por leerme.
Tengo el honor de pertencer al Colectivo Literario Alta Hora de la Noche, grupo de poetas latinoamericanos del área metropolitana de Washington DC. El grupo fue creado por Vladimir Monge y otros poetas salvadoreños del área "para compartir sus poesías y resaltar el legado del poeta salvadoreño Roque Dalton, que representa el anhelo de una patria nueva y justa, así como el más crudo exilio. Tomaron el titulo Alta Hora de la Noche de uno de los poemas de Roque, el cual se lee al inicio de las tertulias literarias. Al principio, solo había salvadoreños, pero se unió Ricardo Ballón de Bolivia y luego, otros poetas de diversos países hispanoamericanos. Hoy formamos el colectivo escritores de El Salvador, Cuba, Rep. Dominicana, Colombia, Bolivia, Argentina y Uruguay. Escribimos y promovemos la poesía, respetando nuestras diferencias individuales y enfocándonos en lo que nos une". Tal como lo explica su página de Facebook.
En la pasada Peña de los viernes se le hizo un homenaje al poeta Roque Dalton, quien cumpliría este año -el 14 de mayo- 84 años, si no hubiera sido vilmente asesinado un 10 de mayo de hace ya 44 años. Quiero hacer aquí también un homenaje a un hombre valiente e inteligente que le ha dado a su país orgullo y dignidad. Y como todo bien poeta, su obra es universal, pues habla de la condición humana, de los desposeídos, de quienes nunca pueden, los "tristes más tristes del mundo" que aunque en su poema se refiere a sus compatriotas Salvadoreños, es tan latinoamericano y universal como la pobreza misma.
Poemas de Roque Dalton
Poema de amor Los que ampliaron el Canal de Panamá (y fueron clasificados como "silver roll" y no como "gold roll"), los que repararon la flota del Pacífico en las bases de California, los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala, México, Honduras, Nicaragua, por ladrones, por contrabandistas, por estafadores, por hambrientos, los siempre sospechosos de todo ("me permito remitirle al interfecto por esquinero sospechoso y con el agravante de ser salvadoreño"), las que llenaron los bares y los burdeles de todos los puertos y las capitales de la zona ("La gruta azul", "El Calzoncito", "Happyland"), los sembradores de maíz en plena selva extranjera, los reyes de la página roja, los que nunca sabe nadie de dónde son, los mejores artesanos del mundo, los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera, los que murieron de paludismo o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla en el infierno de las bananeras, los que lloraran borrachos por el himno nacional bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte, los arrimados, los mendigos, los marihuaneros, los guanacos hijos de la gran puta, los que apenitas pudieron regresar, los que tuvieron un poco más de suerte, los eternos indocumentados, los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo, los primeros en sacar el cuchillo, los tristes más tristes del mundo, mis compatriotas, mis hermanos. Alta hora de la noche Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre porque se detendrá la muerte y el reposo. Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos, sería el tenue faro buscado por mi niebla. Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas. Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta. No dejes que tus labios hallen mis once letras. Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio. No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto desde la oscura tierra vendría por tu voz. No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre, Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre. Como la siempreviva Mi poesía es como la siempreviva paga su precio a la existencia en término de asperidad. Entre las piedras y el fuego, frente a la tempestad o en medio de la sequía, por sobre las banderas del odio necesario y el hermosísimo empuje de la cólera, la flor de mi poesía busca siempre el aire, el humus, la savia, el sol, de la ternura. Hora de la ceniza Finaliza septiembre. Es hora de decirte lo difícil que ha sido no morir. Por ejemplo, esta tarde tengo en las manos grises libros hermosos que no entiendo, no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia y me cae sin motivo el recuerdo del primer perro a quien amé cuando niño. Desde ayer que te fuiste hay humedad y frío hasta en la música. Cuando yo muera, sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable, mi bandera sin derecho a cansarse, la concreta verdad que repartí desde el fuego, el puño que hice unánime con el clamor de piedra que exigió la esperanza. Hace frío sin ti. Cuando yo muera, cuando yo muera dirán con buenas intenciones que no supe llorar. Ahora llueve de nuevo. Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto como hoy. Siento deseos de reír o de matarme. Aquí el poema de amor musicalizado por el grupo Yolocamba -I-Ta e interpretado en esta versión por el grupo Guanacos: Mario Benedetti y Daniel Viglietti, amigos personales del poeta, le dedicaron este poema canción, Daltónica:
Mario Benedetti:
Llegaste temprano al buen humor al amor cantado al amor decantado llegaste temprano al ron fraterno a las revoluciones Daniel Viglietti: Pulgarcito de poeta que se escapa y me cosquilla, tan alegre, tan sin silla, tan de amores torrenciales, tan sin fin. Alegría de una tierra que se quita las fronteras, se desnuda las caderas, las volcánicas centrales de una luz. Mario Benedetti: cada vez que te arrancaban del mundo no había calabozo que te viniera bien asomabas el alma por entre los barrotes y no bien los barrotes se afojaban turbados aprovechabas para librar el cuerpo usabas la metáfora ganzúa para abrir los cerrojos y los odios con la urgencia inconsolable de quien quiere regresar al asombro de los libres Daniel Viglietti: Yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi. El año treinta y dos él no vivía y yo lo vi contando sus historias de futuro, iba entre mil. Yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi. Mario Benedetti: le tenías ojeriza a la pureza porque sabías cómo somos de impuros cómo mezclamos sueños y vigilia cómo nos pesan la razón y el riesgo por suerte eras impuro evadido de cárceles y cepos no de responsabilidades y otros goces impuro como un poeta que eso eras además de tantas otras cosas Daniel Viglietti: Pobrecitos los poetas, bendiciones son daltones, donde hay huesos ven marrones territorios prometidos como un sol. Tan bracito su poesía, se levanta en los sensuales laberintos marsupiales y reparte polen rojo, se abre en flor. Mario Benedetti: ahora recorro tramo a tramo nuestros muchos acuerdos y también nuestros pocos desacuerdos y siento que nos quedan diálogos inconclusos recícrocas preguntas nunca dichas malentendidos y bienentendidos que no podremos barajar de nuevo pero todo vuelve a adquirir su sentido si recuerdo tus ojos de muchacho que eran casi un abrazo casi un dogma Daniel Viglietti: Yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi. Era el año tres mil, ya él no vivía y yo lo vi. La muerte equivocada lo llevó y él anda aquí; y yo lo vi, yo lo vi, yo lo vi. Mario Benedetti: el hecho es que llegaste temprano al buen humor al amor cantando al amor decantado al ron fraterno a las revoluciones pero sobre todo llegaste temprano demasiado temprano a una muerte que no era la tuya y que a esta altura no sabrá que hacer con tanta vida. Daniel Viglietti: Pulgarcito de poeta que se escapa y me cosquilla, tan alegre, tan sin silla, tan de amores torrenciales, tan sin fin. Crece armado de esperanza, desentierra lo perdido, le hace un hijo de sonido al silencio de ese pueblo que es maestro de sus sueños. Que se escapa y nos cosquilla, tan sin miedo, tan sin silla, tan amado, tan armado, tan de todos, Salvador.
Amo tanto la libertad que incluso a mis cejas las he dejado ser lo que quisieran. Nunca les he impuesto una guía, ni una línea límite, ni las he expurgado cuando se atrevieron a incursionar fuera de su forma. Así había sido hasta el momento, pues ahora les ha dado por desaparecer, junto con las pestañas, y ahí sí les digo: !Por favor no se vayan! Esperen unos años y nos vamos todas juntas. Pero eso de que nos abandonen de a poquitos, primero las cejas, luego las pestañas, luego la memoria y las neuronas… No, no me parece. Ya sabía desde siempre que con suerte envejecería, la otra posibilidad era morir por alguna bala perdida en las calles o aplastada por mi propia casa en algún atentado explosivo o tal vez morir de alguna enfermedad tropical y en la puerta de un hospital si acaso me cogiera algún parásito nuestro sin un peso en el bolsillo. Así que envejecer es todo un privilegio y como tal lo aceptaba y bienvenía.
Sabía que me llenaría de arrugas y me preparé riendo mucho para que se marcara la felicidad más que la tristeza y la risa dejara su huella en las comisuras. También sabía que tendría canas y sé que cuando llegue el momento en que éstas sean más abundantes que el resto de cabello, también tendrán toda la libertad de expresarse. Sé que adentrarse en la segunda mitad de la vida significa tal vez alguna lentitud, aunque por el momento le digo a los años que sigan persiguiéndome y que cuando me alcancen los aceptaré, por ahora seguiré marcando el ritmo con mis ganas. Pero nadie me dijo que las pestañas y las cejas serían las primeras en querer abandonar mi unidad. Siempre fueron un poco caprichosas, algo desordenadas, no todos sus componentes se inclinaban graciosos hacia el mismo lado. Algunos se extendían entre ceja y ceja formando un puente, como queriendo tocarse y otros iban contra corriente formando remolinos rebeldes que nunca intenté dominar, es más, no había reparado en ellos hasta mis 11 o 12 años. Sucedió que estando a solas en un ascensor con uno de esos viejos verdes, que más que verde era rojo púrpura, el cuarentón se quedó mirándome fijamente, con una mirada que me intimidó y me forzó a hacerme pequeñita y tratar de desaparecer en ese espacio cerrado. Justo antes de que se detuviera el ascensor para bajarnos, el hombre, con la boca llena de babas me dijo que mis cejas eran muy sexis con esos remolinos y sacó la lengua y se lamió sus labios. La verdad es que ni siquiera supe cómo reaccionar a esto. Ya saben, toda la vida nos enseñaron a respetar a los mayores y a sonreír ante los cumplidos, y yo, sin estar muy segura de que éste fuera un cumplido, eso hice y me sentí ridícula y culpable, es más, me sentí sucia, por aceptar las palabras de ese viejo borracho y lascivo, porque sentía que al sonreír le estaba diciendo que me gustaba lo que decía y la verdad es que me producía asco. Más adelante, pensar en el episodio me producía también mucha rabia, porque había arruinado las cejas para mí. A mí me gustaban mis cejas tal cual, o mejor dicho, no me disgustaban ni les daba mucha importancia. Nunca invertí tiempo es arreglar lo que otras consideraban desperfectos: el cabello rizado y desordenado, las cejas desobedientes o en extramuros el color de la piel o los labios. Logré salvar las cejas de los intentos de amigas y tías que querían depilarme, pero ahora sentía que mis cejas así desordenadas también podían atraer la atención de personajes desagradables y eso me enfurecía. Me molestaba también mi risa bobalicona y el hecho de que otras veces, ante otros viejos desagradables, borrachos o no, también había sonreído azorada. Además ahora me tenía que esconder si lo veía llegar al edificio o esperar el siguiente ascensor si lo veía subirse a uno. El viejo no era totalmente desconocido para mí. Muchas veces lo había visto en la tienda de la esquina donde se encontraba con otro viejo a tomar cerveza. El otro individuo era del mismo color: rojo tirando a morado y con la típica nariz venosa de borracho, y era el papá de mi amiga. Yo temía encontrármelo en la tienda o en la casa de mi amiga, pues me repugnaba su olor a cerveza rancia, sus ojos ebrios pero siempre con esa chispa de lascivia en sus pupilas. Mi amiga era de mi edad y me gustaba ir a su casa porque su mamá era la gerente de una fábrica de chocolates y ella siempre tenía chocolatinas. No tenía unas pocas, sino cajas y cajas de chocolatinas. No eran mis chocolates preferidos, pero bueno, que la mamá de mi amiga fuera importante en una fábrica de chocolates !era fabuloso!: por los chocolates y por la madre a la que no estoy segura se haber visto, pero en mi memoria real o inventada estaba siempre con un traje sastre, muy elegante, e impecables zapatos de tacón. Que mi amiga tuviera cajas y cajas llenas de chocolatinas, en una época en que me gustaban tanto que soñaba con trabajar como catadora de chocolates, era más que fabuloso, increíble. Que mi amiga no me regalara chocolates, sino muy de vez en cuando y sólo uno, cuando estando en su casa ella abría sus cajas para comerse uno ella misma y casi con pesar me miraba y me regalaba uno con condescendencia, como diciendo: “tome pues, pobre y miserable ser inferior que no tiene la suerte de tener docenas de chocolates al alcance de sus deseos”, eso no era para nada estupendo. Es más, toda esa maravilla de tener una amiga con tal tesoro, se convertía en algo triste. Nuestra amistad no duró mucho más, supongo que por los chocolates y por su padre y quién sabe por qué más. Ahora, después de tantos años, cada vez que me miro al espejo en mi ritual matutino y abro la cajita de polvillo que parece de chocolate y me provoca morder, pero que en cambio uso para ayudarle a mis cejas a reaparecer, sigo el mismo camino de recuerdos: Mis cejas, sus remolinos y puentes, el viejo rojo púrpura, su amigo morado y su nariz veteada, la desagradable mirada de ambos, mi amiga, su madre y los chocolates. Es que somos todas las cosas que nos han pasado, las que hicimos, las que no hicimos y las que nos hicieron. Yo aprendí a ignorar y no temer a viejos borrachos, a no sonreír ante cualquier babosada que me suelte algún conocido y a dejar a las personas a las que no les importo. Tal vez ya no tengo mis remolinos, pero tengo mis cejas de chocolate. Este cuento fue publicado por primera vez en Entremares Magazine en enero de 2014. http://www.entremaresmagazine.com/2014/01/lecturas-que-ayudan/
No es un sitio que invita a entrar. Es espacioso, demasiado para mi gusto, grande como un galpón, frío y feo. Pero está lleno de libros, películas, discos viejos y CDs. Enormes ventanales como vitrinas dejan ver desde afuera el interior perpetuamente iluminado con las gélidas luces fluorescentes, que desnudan de misterio al local. El piso de baldosas nunca está del todo limpio y las paredes, donde se dejan ver, son de un amarillo sucio. Así es Macky Libros Usados: nada acogedor. Sin embargo, es uno de mis lugares favoritos.
Juan viene cada viernes por la tarde. La primera vez que lo vi pensé que era del equipo de limpieza de la librería: inmigrante de algún país del sur, de baja estatura y barriga cervecera. Su cara de mestizo entre andaluz y azteca delata sus orígenes, y su bigote escaso, recortado al estilo latin lover los confirma. Cuando sonríe, o sea siempre, muestra sus dos dientes enmarcados en oro con sendos brillantes en el medio. No se sabe si sonríe para mostrarlos o si se los mandó dorar precisamente para realzar su sonrisa permanente. Ya lo tengo pillado y sé que entrará con su pasito corto y rápido, directo a la sección de clásicos. Le gusta la buena literatura. Y sé que la lee porque alguna vez, curiosa, se lo pregunté. Pensaba que a lo mejor venía a recoger un libro para alguien cercano, tal vez estaba tratando de conquistar a alguna lectora, tal vez era para su madre, enferma en cama, o quizá su jefe le pedía este recado como parte de su trabajo. Pero no, el libro siempre es para él. Le gusta leer.Algunas veces nos hemos sentado a conversar en compañía de un café. Me gusta escuchar su historia, trágica pero llena de esperanza, como la de cualquier inmigrante. Juan actúa con esa tozudez inocente, llena de recursos, con que los latinos se mueven en este medio hostil. No se dejan quebrar a pesar de todo. Cuenta, sin pretensiones, que su turno en el trabajo de construcción es de ocho horas y luego, por las noches, empaca comidas preparadas en un servicio de banquetes a domicilio. Los fines de semana se para, junto con otros ilegales, en el parqueadero de 7 Eleven, a esperar que alguien los contrate para algún trabajo inmediato. Vive en un cuarto arrendado, con su mujer y dos de sus hijos, los más pequeños que han ido naciendo aquí, pues los cuatro mayores, los que nacieron allá en el sur, se quedaron con la abuela. La señora vive resentida pues se vino detrás de Juan, después de que él viniera y empezara a mandarle dinero. Dólares que se inflan en la frontera y alimentan sueños falsos. Cuando llegó a este país y vio que los dólares no compraban lo mismo y que se ganaban con un sudor más amargo que el de allá, María se llenó de tristeza y de rabia, con Juan como su causa y objetivo. —Con tantos jefes y mi mujer, ya se imaginará mi purgatorio.— Brilla su diente con su sonrisa de queja, pero no alcanza a esconder una pequeña sombra que oscurece su mirada por un segundo. Y es que de sus jefes no se sabe cuál es el más explotador. Lo único que le hace fijar sus labios en un gesto triste es cuando habla del trabajo de niñera de su mujer. Los niños que cuida son los hijos malcriados de un diplomático de Suramérica. Su jefe es una mujer de mediana edad que trajo de su país el clasismo ridículo y su particular manera de ver el servicio doméstico como una actividad indigna, que a duras penas merece remuneración. Y es que además de tener que ver por los niños, la señora ha ido imponiéndole oficios, de manera que tiene que hacerse cargo de todas las labores de limpieza, orden y cocina. Y no hay día que no la humille o la maltrate. —En fin — suspira profundo para dar por terminada su letanía de pesares. A pesar de su exceso de trabajo, su amarga vida marital y los usuales desplantes que como latino indocumentado recibe a diario, Juan no pierde su buen humor y encuentra tiempo para leer. Hoy Juan entró al local con paso dubitativo, lo que llamó mi atención al momento. Miró a un lado y al otro, con un gesto rápido. Sus ojillos oscuros se movían presurosos y, lo más extraño, su sonrisa inexistente hacía que su rostro pareciera ajeno. Buscó la lista de secciones y después de estudiarla un momento se dirigió al fondo, adonde nunca se había aventurado. Yo no pude evitar seguirlo con disimulo. Cuando llegó al último corredor, miró por encima del hombro, como si quisiera comprobar que nadie le seguía. Empezó a buscar algo tocando los lomos de los libros con su índice tembloroso, parpadeando, mientras movía sus labios en silencio, leyendo los títulos. Por su frente fruncida corrían finas gotas de sudor que las luces hacían brillar con un halo blancuzco sobre su rostro enrojecido. Al fin su gesto se distendió y sus labios quisieron esbozar una sonrisa que no lograron. Fuera lo que fuera que estaba buscando, lo había encontrado. Se alejó del estante apretando el libro contra el pecho, mirando una y otra vez en todas direcciones, y se sentó en una butaca medio escondida a ojear el libro. Yo no pude evitar la curiosidad y, dando un rodeo, me introduje en la sección sorprendiéndome al notar que era de manuales de autoayuda. Intrigada busqué el hueco del libro faltante a ver si conseguía alguna pista que me indicara en qué andaba Juan y el porqué de su comportamiento. Pero nada me decían los títulos de los libros que flanqueaban el hueco: Manual del Perfecto Artesano y Manual del Predicador. No pudiendo hacer más por el momento volví al sillón cerca de la entrada a seguir leyendo, pero no podía concentrarme pensando en Juan. En esas lo vi. Venía caminando con afán hacia la salida. Su rostro estaba aún serio y sudoroso pero distendido. Sus manos temblaban ligeramente y sus ojos miraban a lado y lado, como buscando una salida sin obstáculos. Cuando pasó a mi lado sentí un olor de animal atrapado. Una vez cruzó la puerta, me levanté rápidamente y fui a la sección aquella a encontrar una respuesta. El hueco estaba ocupado ahora por un libro mal puesto, aún pegajoso de sudor, en cuyo lomo se leía: Manual del Perfecto Asesino: Cómo deshacerse del cadáver.
Esta historia es de ficción, cualquier parecido con la realidad no es coincidencia, es que la realidad se alimenta de la ficción y viceversa.
Periquito fue siempre un niño muy precoz. Su padre sabía que llegaría lejos y sus hermanos así lo deseaban, que se fuera lejos, para no tener que soportar sus bravuconadas. El alumno perfecto, todos los años obtenía medallas y menciones de honor por excelencia académica, aunque algunos malintencionados decían que en realidad su más alto mérito eran las gordas donaciones que su papi, terrateniente respetado en el pueblo, hacía al colegio. Siempre fue el preferido de los religiosos profesores por su obsequiosa cortesía y su piedad manifiesta —mira esa cara de angelito cuando comulga— decían —qué bello es ese Periquito siempre tan bien educado— se complacían sus profesores cuando el niño corría a ayudarles a cargar el material o cuando les cedía el paso en los corredores. Es que desde pequeño Periquito entendió muy bien que congraciarse con las autoridades era más importante que respetarlas, de esta manera siempre se salía con la suya, que es la mejor forma de salirse. Así cuando los superiores eran testigos de sus desmadres con sus compañeros, orgullosos admiraban su fuerza y su valor. Cuando, peleonero, le rompía la cara a los más pequeños, todos coincidían en achacar la culpa al otro, por pendejo, y animar a Periquito en su liderazgo: llegará lejos. El niño sabía que para lograr lo que quería tenía que avasallar a los demás. Siendo como era de una élite superior, tenía todo el derecho a ser el mandamás, al fin y al cabo el pueblo siempre necesita que le digan lo que tiene que hacer. Incluso los muchachos rebeldes, necesitan una autoridad que los someta a la fuerza. Periquito estaba llamado desde siempre a ser esa autoridad, con la ayuda de Dios. Por eso cuando empezó a ocupar cargos públicos nadie se sorprendió, al fin y al cabo para ser político se necesita ser de los fuertes, no de los pusilánimes. Cuando llegó a alcalde del pueblo, todos lo esperaban, era el paso a seguir. Se sabe que para ser elegido por el pueblo lo que se necesita es ser conocido o, mucho mejor, ser temido por todos. El miedo es el mejor motor. En todo caso, así no hubiera sido elegido por la mayoría, los caciques políticos que lo protegían hubieran hecho cambiar los resultados, eso es lo que siempre se ha hecho. Las elecciones no sirven para elegir a la autoridad, sirven para que la autoridad tenga una excusa legítima para tomar el poder y hacer creer que es el pueblo el que elige. Así todos quedan contentos. Ahora tenía para sí el aparato de estado para amedrentar a gusto. Los que no estuvieran de acuerdo con su política gamonal, tendrían que vérselas con la policía. Sentado en el poder y con la iglesia de su lado Periquito podía instaurar el reino de las buenas costumbres, de la vida ordenada —nada de putas ni maricas en el pueblo—, de la sociedad como tiene que ser, o sea, los pobres andrajosos donde no estorben ni se vean y el pueblo luminoso para los que sí aportan algo positivo, o sea, los ricos. Tuvo la brillante idea de eliminar la pobreza desde la raíz, eliminando el material en que la pobreza se instala: o sea, para eliminar la pobreza hay que eliminar a los pobres, sencillo. Si, así como lo oyen, una proeza sin par. Y si alguien protesta por algo, es un subversivo. Dios te bendiga, Periquito, al fin alguien va a poner orden. De Gobernador Periquito se dio cuenta que no podía hacerlo todo, así que empezó a delegar. Alguien tenía que encargarse de los rebeldes en el monte a los que su brazo no alcanzaba, así que, entusiasta, creó los grupos de Defensa Ciudadana, para que mataran a gusto. Es que en un país donde el estado es transparente, o sea que no se ve por ninguna parte, alguien tiene que hacerse cargo de defender a los pobres latifundistas, que sin ayuda de un brazo armado no pueden seguir expandiendo su territorio. Alguien tiene que poner en su sitio a esa chusma campesina que se defiende. ¡Periquito lo logró! Durante su gobernación se cuadruplicaron las muertes en la región, o sea que por cada muerto por la guerrilla, los muchachos de Periquito mataban cuatro. Eso fue muy bueno, porque la tierra codiciada ahora no tenía dueños y así los señores feudales pudieron ampliar sus feudos a gusto. Fue durante este período que el arte de matar alcanzó una cota de técnica y creatividad nunca antes vista. La guerrilla ahora se había empequeñecido porque eso de secuestrar y atacar un puesto militar es muy bajo, no tiene estilo. En cambio estos muchachos saben hacer uso de la tecnología, por ejemplo le gusta mucho descuartizar con motosierra. Algunos le añaden el condimento sorpresa y meten a sus víctimas vivas en costales y luego van pasando la motosierra por donde caiga. Vaya si tienen imaginación. También fue una buena idea planear los ataques con anticipación y reunir a muchos de los Defensores en el asalto, porque así no quedaba ningún resquicio sin esculcar. Escogían el pueblo, se pasaban la bola y allí se reunían, como turistas. Luego durante un par de semanas se dedicaban a visitar casa por casa y torturar y matar a gusto. Ese turismo mortal fue muy beneficioso porque no había quien apoyara a los subversivos. Literalmente. No había quién. Todos los del pueblo quedaban bien muertos. Estaban todos tan felices con esos resultados que Periquito llegó a la presidencia. Bueno, a algunos tuvieron que forzarlos los muchachos porque, tercos, no querían votar por él. Unos cuantos votos se perdieron definitivamente porque los testarudos que se negaron se murieron repentinamente de un balazo. En la presidencia tenía también al ejército nacional para jugar a la guerra, así que se dispuso a ello. Pero desafortunadamente la guerra en la vida real no es un juego fácil, los resultados no son siempre los esperados y Periquito no sabe perder. Pero no importa, como buen avispado que es, encontró la manera de mostrar resultados. Si no había suficientes guerrilleros muertos, el ejército escogía unos cuantos muchachos pobres, los reclutaba con falsas promesas de prosperidad, los llevaba lejos y allí los mataba, disfrazándolos de guerrilleros, para poder mostrar al país otra victoria. Nadie sabe de quién fue esa idea, me gusta pensar que es de Periquito, porque esa mente privilegiada tiene que ser la autora de una idea tan brillante. Al fin y al cabo esos pobres ingenuos no eran nadie, más un estorbo para el país que otra cosa, o qué, ¿me va a decir que muchachos así sirven para algo? Sólo su madre los echa de menos. En cambio su muerte fue útil para dar esperanza al país. Y fue tanta la esperanza que aún después de que muy a nuestro pesar le tocó dejar la presidencia, todos quisiéramos que volviera. Y es que sólo pudo cambiar la Constitución una vez para ser reelegido, pues decían los envidiosos que compró al Congreso con prebendas y regalos: mentiras, todos los muchachos del Congreso lo quieren mucho. Desafortunadamente algunos congresistas, los que no quisieron mejorar su vida, su puesto y su hacienda ayudando a Periquito, esos facinerosos no lo dejaron cambiar la Constitución OTRA VEZ para que se pudiera reelegir el presidente indefinidamente y así poder tener a Periquito en Palacio in aeternum, amén. También lo acusaban falsamente de utilizar los servicios de inteligencia de la misma presidencia para darles datos a sus muchachos acerca de sus detractores, y cuando algunos tontos quisieron llevar los casos a la Justicia, Periquito se les adelantó y utilizó a la mismísima policía para espiar a los magistrados y poder incriminarlos o amedrentarlos. ¡Es que él sí sabe cómo se hacen las cosas! Pero esas nimiedades a nadie le preocupan. Lo importante es tener un verdadero líder manejando al país. Es más, después de muchos años de guerras y masacres, secuestros, bombas y minas, hay algunos despistados que empezaron a decir que querían la paz, ¡Ja! ¡Qué tontos!. Periquito no quería algo así, ¡qué tal! Si es que él sí sabía cómo se hacían las cosas. A él siempre le había encantado exprimir todos los días el periódico al desayuno y que chorreara sangre sobre la arepa. También le gustaban los chorizos destripados. Por eso cuando no había noticias de guerra, se las buscaba y en cuanto veía una foto con cuerpos desmembrados (mejor si eran policías o soldados, son más sustanciosos) se saboreaba y la compartía por twitter, facebook, pinterest y se la mandaba hasta a la abuelita que tanto lo quería. Y así se pasaba la vida nuestro niño estrella. Defendiéndose de quienes lo criticaban, maquillando la fea realidad para los que sólo queríamos ver el lado bueno del país y de su historia —no como esos amargados izquierdosos que todo lo critican— traduciendo las noticias del idioma mentiroso de los periodistas a la lengua simple que hablábamos sus muchachos y mostrando cómo sus enemigos son culpables hasta de lo que pasa en los países vecinos. Dicen los insidiosos que quería ser presidente desde lejos, yo creo que no es que quisiera, sino que no había nadie más en el mundo capaz de salvar nuestra patria, y así como el Mesías de los cielos tiene representantes en la tierra, nuestro mesías tendrá siempre su presidente vicario. Es que no sólo Dios puede estar en todas partes. Este cuento lo escribí hace varios años. Pensé que era el final de la historia, pero Periquito es un personaje que no quiere salir del cuento. Ya veremos si quiere volver a ser narrado. |
Archivos
Agosto 2020
Categorías
Todos
Si desea recibir las actualizaciones en su inbox, ingrese aquí abajo su correo electrónico:
|